Mi primera vez


Mi primer contacto con las drogas fue muy duro. Casi tanto como aquel momento en que mi cabeza se apretaba contra la almohada, llorando amargamente y pidiendo no oír más a quién me odiaba, me envidiaba, me admiraba... Esperaba no verlos nunca más. Ese era mi único deseo.

Mis padres estaban muy asustados. Y pidieron consejo. Maldigo ese día... o quizás lo considere una bendición. ¿Por qué?

Un señor me convenció. A creer en él. Y no a todas las cosas que estaba descubriendo, por mi solo. Tenía 17 años. Y estaba comenzando a morir. Desde ese mismo instante, en que probé las drogas, mi ser quedó enjaulado, y enviado a una dimensión de la que quizás hoy esté empezando a regresar.

Los señores de blanco, me convencieron a probar sus drogas. Y no tuve más remedio que aceptar. Hubo alguien que habló conmigo primero. Pero no entendió lo que le estuve diciendo. Nadie quería hacerme daño, tampoco. ¿Es para echarse a llorar, verdad? Quizás ya lo estés haciendo.

Y fue horroroso. Creía que iba a morir. Quizás lo hice, de algún modo, cuando dejé que la droga se introdujera en mi cuerpo, y éste quedara maldito para siempre. Mientras, mi cuerpo se tambaleaba encima del sofá del salón, entre sollozos rogando, que no me fuera a morir ahí, y todos simplemente contemplando, rogando también para que nada me pasara.

Por esa razón, jamás he probado un porro, ni ninguna otra droga. Porque las drogas, ya las llevo dentro. Dentro de mi imaginación y adheridas a ella. Y con el peligro que eso conlleva. He visto todos los mundos, he visto a todos los seres, y todo el horror que en ellos había. También todas sus virtudes y sus defectos. La alucinación me lo hizo posible. Quizás no desees saber qué cosas he visto.

Una vez que comprendes que nada más que somos… como muñecos, de goma, en un escenario de ficción, donde todos tenemos un papel que interpretar, es cuando empiezas a vivir, y puede que maldecir toda la historia hacía atrás y la que venga por delante. Solo así quedas libre. Y ya no sientes que algo esté mal, ni otra cosa bien.

Porque ahora eres consciente. Puede que tarde. O justo en el momento.

Piensa en las drogas, y siéntete orgulloso de no haber probado ni una sola en toda tu vida. De no haber introducido en tu cuerpo, lo que una y otra vez, es posible que te pidiese de nuevo. Porque puedes hacerlo perfecto, y ganar sin ellas. Sólo tú puedes hacerlo. Nadie más te va a ayudar. Sólo tú.

Tú eres tu peor enemigo. Nadie puede odiarte más que tú, ni tu sombra, ni tu reflejo. Empieza por tenderles la mano a ellos también. Y después reconciliarte contigo mismo. Tu éxito empieza a estar asegurado. Continúa. Adelante. No dudes. Tú sabes ser tú, mejor que nadie.

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