El Viaje

Otro día más, abro los ojos y no despierto. Las sábanas me atrapan. Cuando decido por fin poner un pie en el suelo, y abro la persiana escandalosamente, casi siento la ceguera al invadir los rayos del sol mis corneas. El comienzo en el mediodía es poco alentador. Las horas restantes hasta la hora de comer son de poca importancia, no hay nada que hacer. ¿Y quién lo decide? Quién decide mi tristeza, quizás… mi decisión, en último término, me haga víctima y verdugo,  mi lamento y mi jolgorio, distanciados y tan cerca…

Hoy he vuelto a los quehaceres de mi hogar. Alguien se está moviendo, por mi. Me noté más lento de lo normal, y con ello, los recuerdos y comprensión llegaron claros a mi mente. Y sin embargo, siento caer por el abismo de las confusiones. En el último instante debo echar a volar. Pero y de hecho tantas veces así, ¿por qué permitirme caer una y otra vez por el mismo desfiladero? Llena de piedras, enterrada bajo losas está mi mente. Susurrando y tergiversando no es la mejor forma de ayudar. ¿Por qué lo haces? Por temor, por amor, remueves tanto la energía… la agotas.

Hoy los volví a ver, estaban todos allí, se alegraron de verme, por lo visto algunos me habían echado en falta. O eso parecía. Me notaron más débil que de costumbre, pero eso ya no importaba, ahora sólo había que realizar los movimientos adecuados.

Mi avión salía en breve. Ya antes de hecho, sentía encender sus motores. Me visualizaba dentro de él, despegando. Nunca antes había volado. Al menos de esta forma, entre hierros. Sin un destino claro, creo que me sentía bien. Flotaba. Mis sueños se hacían realidad.

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