Mi hermana Susana, andaba muy estresada esta mañana, tenía que llevar a mi sobrino, su hijo Tomás, a la guardería, y rápidamente, marchar hacia su trabajo como profesora de inglés, le quedaba un viaje de una hora por autovía.
Corría como agitada por el diablo, llegando a tratar un poco a achuchones al pequeño Tomás, que contaba con 3 años.
- Susana, últimamente te noto demasiado alterada, y veo que eso está repercutiendo en la educación y trato de Tomás.
- ¿Pero qué demonios estás diciendo?
Demonios, voz alterada, casi me comía con sus fauces.
- Lo que estás oyendo, estás tratando mal a Tomás y estás fuera de ti, sé que tienes tu vida y tus problemas pero...
- Déjame en paz, estoy perfectamente, tú eres quien deberías de buscar un empleo, ¡¡¡y dejar de ser un NIÑO!!!
En su mirada giraban la ironía y la ira como una espiral.
- Un niño… quedaré eternamente como un niño, si para conservar intacta la ilusión he de serlo.
- ¡¿Qué de tonterías estás diciendo?!
Gritó Susana extrañada a la par que enfurecida. En un descuido golpeó al niño, mientras le colocaba el abrigo.
- ¡Dios, pero qué estoy haciendo!
- Susana, ¿has visto lo que estás haciendo? ¿Has visto a quién has golpeado sin querer mientras vestías con el abrigo?
Mientras le decía estás palabras, mi hermana giró lentamente, como a cámara lenta, y quedó estupefacta, pálida, inmóvil, sin respiración, casi sin vida.
- Es Bárbara, tu hermana, nuestra hermana.
- ¿Pero qué esto, dios mío, Bárbara está muerta, qué está sucediendo aquí?, esto no puede ser real, ¡Noo!
Gritaba y gemía, mientras se llevaba las manos hacia sus ojos para sujetar sus lágrimas, que comenzaban a caer.
- Despierta Susana, abre tus ojos, despierta de tu sueño, tu sueño eterno.
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